Hace poco una mujer llamó a la Health School desde una ciudad distante para hacer los arreglos necesarios para ayunar aquí. Declaró que estaba dando el pecho a su hijo de cuatro años. Aunque, históricamente, el periodo de lactancia prolongado ha dominado la alimentación infantil hasta tiempos muy recientes, un periodo de lactancia tan largo es considerado actualmente como una rareza. Bajo el inteligente tutelaje de los médicos, pediatras, la industria láctea y los fabricantes de alimentos para bebés envasados, las madres de hoy tienden a considerar la lactancia de sus bebés como una actividad que pertenece a las clases culturales más bajas. No creen que dar el pecho activamente a sus bebés sea una función biológica, sino una mera actividad cultural.
En el Renacimiento, las mujeres francesas de clase superior se negaban a amamantar a sus bebés. Al no tener vacas como sustitutas de las madres, conseguían a nodrizas, normalmente campesinas jóvenes, para dar el pecho a su progenie. Este no es el primer ejemplo histórico en el que las mujeres ha encontrado que dar el pecho a sus bebés estaba por debajo de su dignidad. Un pediatra prestigioso de Chicago afirmó recientemente en una entrevista radiofónica que en algunas partes de Africa, en las que las personas han conocido hace poco a la civilización, la malnutrición en los bebés y en los niños está aumentando debido a un cambio en los patrones de alimentación infantil. A medida que estos países se vuelven más civilizados, afirmaba, las madres se identifican con sus colegas más ricas y rechazan la lactancia materna.
Compare esta actitud y práctica con la de los antiguos egipcios, entre los cuales existía la costumbre de amamantar a sus bebés tres o más años. Entre esta gente, que fue la más sana que la historia registra según algunos estudiantes de la materia, incluso las diosas amamantaban a su progenie, tal y como lo revela el hecho de que Isis amamantó al bebé Horus. Estatuas de Horus bebé bebiendo su leche y mirándola con admiración pueden ser la Virgen y su Hijo originales. Entre esta gente cuyas diosas no pensaban que dar el pecho estuviese por debajo de su dignidad, las madres que se negaban a hacerlo así deben haber sido bastante raras.
En The Hygienic Care of Children, recalcó el principio de que el periodo de lactancia guarda una relación clara con el tiempo requerido por el mamífero joven para alcanzar la madurez. Los animales que crecen rápidamente y que maduran enseguida, por regla general, tienen periodos de lactancia cortos; los animales que crecen lentamente y que maduran más tarde, por regla general, tienen periodos de lactancia más largos. Hay excepciones a esta regla, sobre todo entre los animales carnívoros. Es un hecho significativo que las crias de los animales carnívoros estén peor desarrolladas al nacer que las crias de los animales vegetarianos, es probable que nazcan ciegos y pasen por un periodo de indefensión.
La morsa hembra amamanta a sus crias durante dos años, o hasta que sus colmillos son lo bastante largos para hincarlos en las almejas. Este es un ejemplo de cómo los mamíferos jóvenes son amamantados hasta que su equipamiento anatómico está suficientemente desarrollado para permitirles comer otros alimentos. Los bebé de las vacas marinas son destetados durante la tercera semana tras el parto, cuando las vacas marinas se adentran de nuevo en el mar. Ahora deben alimentarse por sí mismos. Durante las próximas dos semanas no comen, sino que se valen de sus depósitos de alimentos acumulados. Cuando tienen hambre, se adentran en el mar y aprenden a encontrar alimento.
El elefante madura a los 14 años, pero está listo para aparearse a los 11 o 12 años. El periodo normal de vida del elefante es entre 50 a 60 años. El elefante joven cambia sus colmillos de leche cinco o seis meses después del nacimiento, pero continúa mamando durante otros dos años. La cria permanece con la madre tres o cuatro años, quizás mamando la mayor parte de ese tiempo. De hecho, hasta la edad de cinco años, la trompa no le sirve apenas al joven elefante; pero a esta edad el joven empieza a coger hierba y deja de depender de la leche de su madre.
El hombre crece más lentamente y es el animal que más tarda en madurar. Deberíamos esperar de forma natural que el periodo de lactancia normal del ser humano fuera uno de los más largos. Y, de hecho, así fue a lo largo de la historia documentada, hasta la época de muchos de los que viven ahora. Hace sesenta años no era raro para las madres amamantar a sus bebés durante dos, tres, y cuatro años.
Un libro antiguo, A Description of Pitcairn’s Island and Its Inhabitants, nos dice que las mujeres de Otaheite no destetaban a sus bebés hasta los tres o cuatro años. Las mujeres Dyak, que cortaban madera y vigilaban los fuegos, mientras sus maridos estaban fuera cazando, todavía eran perfectamente capaces de amamantar a su progenie, a la que daban el pecho hasta que tenían dos o tres años de edad. Los niños aztecas eran destetados a los tres años. El explorador español, Cabeza de Vaca, que pasó algunos años entre los ahora extinctos indios Karankawa que habitaban la costa, las islas cercanas a la costa y una franja estrecha de la tierra firme del sur de Texas, desde el oeste de Galveston a Corpus Christi, nos dice que amamantaban a su progenie hasta la edad de 12 años, porque, como explicaban, frecuentemente era necesario pasarse sin comida durante varios días y los niños tenían que ser amamantados durante bastante tiempo. Estos recolectores de alimentos, viviendo en una tierra donde el alimento no era abundante y vagando de campamento en capamento cuando los suministros de alimentos de una región se agotaban, parece haberles faltado los alimentos a menudo.
Esto puede ser aceptado como un ejemplo de la manera en que las costumbres de la lactancia de la humanidnad han sido determinadas por las exigencias de la vida. Donde el alimento abundaba y su naturaleza era tal que los niños muy pequeños podían comerlo, los niños fueron amamantados por periodos más cortos; donde el alimento era escaso, a menudo escaseando totalmente, y basto, inadecuado para los más jóvenes, el periodo de lactancia ha sido prolongado. Afortunamente para estos niños, las mujeres primitivas fueron capaces de suministrar leche a su progenie. No recurrieron a la leche de animales como sustituta de la suya.
Podría argumentarse que debido a que en la vida moderna el alimento es abundante, de una gran variedad, y que nuestros medios de prepararlo son tantos como cualquier madre primitiva jamás soñó, eso justifica la reducción del tiempo de lactancia de nuestros bebés al mínimo o a la omisión por completo. Pero en la medida en que no se ha encontrado un sustituto para la leche materna que la iguale y que satisfaga las necesidades de la cria humana, parece que hay un mínimo irreducible de tiempo durante el cual todos los bebés deberían ser amamantados. La lactancia no es sólo un deber nutricional, sino también posee un valor psicológico para la que no se ha encontrado un sustituto adecuado.
El hecho anteriormente mencionado fue reconocido hace tiempo por los higienistas. El Dr. Thomas Low Nichols lo expresó bien cuando dijo: “El mejor alimento para un bebé es la leche de una madre sana. El amor de la madre fortalece a su bebé, y sus vidas se entremezclan en el acto del amamantamiento. Una madre da mucho más nutrimento que su leche. Da su energía nerviosa, su fuerza vital, su corazón, su mente y su alma.” Que haya cualquier transferencia de energía nerviosa o de fuerza vital de la madre al bebé es muy dudoso, pero que la madre dé su corazón, su mente, y su alma, en el sentido en que da al bebé su amor, comfort, una sensación de seguridad y una sensación de pertenencia ahora está siendo reconocido por la psicología ortodoxa.
Durante edades incontables, antes de los biberones y de las tetinas, el primer sustento que el bebé recién nacido recibía procedía del pecho de su madre. Esto es todavía la mejor fuente de nutrimento para el bebé humano. Hay otra cuestión fundamental que debería hacerse a este respecto, a saber: ¿cuáles son los resultados de romper las secuencias normales que han sido establecidas en la naturaleza? Al embarazo y al nacimiento le siguen normalmente un periodo de lactancia prolongado. Cuando una mujer no da el pecho a su progenie, esta secuencia normal se interrumpe. Inevitablemente debe de haber consecuencias indeseadas por esta ruptura del orden normal. Un estudio de dichas conscuencias, si fuera posible bajo las circunstancias actuales, podría revelar alguna conexión entre no amamantar a sus bebés y el creciente predominio del cáncer de pecho. Podría revelar también una conexión entre esta ruptura del orden normal y los problemas nerviosos de la mujer.
Muchas mujeres se quejan de que son incapaces de amamantar a sus hijos. En la mayoría de los casos, me parece a mí, esto es simplemente un camuflaje para su negativa a hacerlo así. Creo que la mayoría de las mujeres pueden amamantar a sus bebés durante periodos prolongados si realmente desean hacerlo así. La vida es dura en las sociedades primitivas y el alimento a menudo es escaso, pero estas madres a menudo tienen éxito a la hora de amamantar a sus bebés y los niños durante unos pocos años. La vida ha sido siempre dura entre la mayoría de la humanidad, pero las mujeres campesinas, trabajando duro en los campos, a lo largo de la historia han amamantado a sus bebés durante dos, tres y cuatro años. En muchos casos han amamantado a su propio bebé y a los de la otra mujer.
Cuando las glándulas mamarias de una mujer se niegan a segregar alimento para su progenie, es hora de que hagamos una pausa y nos hagamos algunas preguntas serias. ¿Por qué las mujeres están tan mal que no pueden segregar el alimento para su cria? ¿Qué le ha ocurrido a la raza humana para no sobrevivir excepto con la ayuda de la vaca o de la cabra? Si mañana todas las vacas lecheras de la tierra fueran exterminadas o dejaran de producir leche, cientos de miles de bebés sufrirían por la falta de alimento. Sin duda, muchos de ellos perecerían. Esta es una posición precaria para cualquier especie animal. ¿Es posible conseguir que el pecho humano vuelva a funcionar de forma adecuada? En caso negativo, ¿debe la raza humana ser para siempre un parásito destetado de la vaca?
Fuente:
EL SISTEMA HIGIENISTA DE LA SALUD, Copyright @ 1986 LIFE SCIENCE INSTITUTE. La Ciencia de la Nutrición, NOVENA PARTE:
BEBÉS Y NIÑOS SANOS. QUINCUAGÉSIMA SEXTA LECCIÓN:La alimentación normal
de los bebés;La alimentación de los bebés en circunstancias
anormales hasta la edad del destete. Traductora: Natividad Casado Sierra. Editorial Higea: www.higea.org